Escritos Pedagógicos del Normal 3

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Gracias a Pitágoras

Luciana González

Palabras calve: Experiencia. Práctica y residencia. Primaria.
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No me gustan las matemáticas, las padezco y si pudiera elegir, no las enseñaría. Pero no puedo elegir y en Taller 4 me tocó dar esa área como parte de las prácticas.

Primero hice el diagnóstico del grupo, 3º, 18 estudiantes. Luego, comencé a armar en mi cabeza (una vez que me dieron el tema) la planificación.

Tenía que asesorarme y el primer asesoramiento me lo perdí porque me confundí de día. En el 2º llevé todas mis ideas y lo pedido por la asesora en un diálogo rápido el día que me equivoqué.

Había pensado en un juego, un “Bingo multiplicador” que tenía como propósito que los chicos jugaran con las multiplicaciones y las tablas. Pero a la asesora no le gustó porque creía que para el grado era un tanto complejo.

Entonces, luego de un finde sin dormir plasmé todas las ideas que surgieron del asesoramiento y armé mi planificación. Quería que mis clases fueran perfectas, no sé por qué pero si iba a dar matemáticas tenía que hacerlo bien.

Pero en el 3er asesoramiento, mis ideas quedaron todas coloreadas por la lapicera roja de la asesora y sus correcciones. ¡Chau perfección!

De pronto la humanidad que le había dado al papel se convirtió en llanto, sobre todo porque mi compu no tenía batería y me había olvidado el cargador.

Después de descargar toda mi frustración (y cargar la compu) corregí lo pedido y me aprobó la planificación.

Y todo el tiempo invertido, el rechazo por las matemáticas y los asesoramientos “coloreados”, cobraron sentido cuando di mis tres clases.

El nuevo juego contenía cartas y dados y los chicos estaban felices de jugar. La profesora de prácticas  presenció una parte de la clase y su devolución fue tan inspiradora que todo lo demás fluyó. Alguien creía que yo podía (y puedo) enseñar matemáticas. Es más 18 sonrisas también lo creían. La docente del grado se acercó al finalizar mi 2da clase y me felicitó, me pidió lo materiales y mi juego. Y aunque los necesitaba para otro taller, se los regalé.

Y así fue como di matemáticas, enseñé multiplicación en 3 clases. Aún estoy lejos del amor por ellas pero la confianza en mí creció. Y aprendí que la clase perfecta es una utopía.

Tal vez Pitágoras haya logrado que algún sentimiento positivo nazca en mí, a la hora de planificar para esta área. O tal vez no, veremos…

 

 

 

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